miércoles, 14 de diciembre de 2011

LAS HORAS SIN ÉL

Hoy desenterraré a Eduardo. Cavaré en el jardín hasta que mis uñas ennegrezcan y sangren mis dedos. Quiero ver sus restos, si los gusanos se han comido la carne que tanto amé. Me quema el deseo de ver sus huesos inertes, su sexo ausente, pulverizado.
Necesito comprobar que ya no huele a cobijo desleal, que no hay peligro escondido en las cuencas vacías que contuvieron sus ojos. Nada quedará de su mirada sicalíptica, de aquella poesía de amor corrosivo.
No imagino mejor tarea para hoy, que he amanecido extraviada, llena de la ausencia de mi verdugo, con un dolor plúmbeo que aumenta el peso del aire. Algo habrá, me digo, que me libere de esta oquedad infértil.
Y mientras araño la tierra, miro temerosa hacia la puerta entreabierta de la cocina. Confío en oír el timbre del teléfono desde el jardín. Si suena. Si hoy llama.

18 comentarios:

Nicolás Jarque dijo...

Inquietante historia en el que los mensajes que no se cuentan se adivinan y cierran muy bien la historia. El miedo al verdugo, aunque esté muerto, siempre existe.
Me gustó.
Un saludo.

manuespada dijo...

Las historias con muertos enterrados en los jardines me encantan, se debe a una infancia marcada por aquella serie de Alfred Hitchcock presenta... Tu historia mezcla cine y literatura, misterio y desamor, violencia y paz conseguida al fin, por fin, aunque echa de menos aquellos días. Me ha gustado mucho el contenido y la ambientación.

Luisa Hurtado González dijo...

Me ha dado mucha pena tu protagonista, tan presa de su verdugo, una vez ya muerto este. La imagen de desenterrar a alguien mientras se mira atrás, por si acaso, es inquietante y triste, muy triste.
¿Cuándo se librará?

AGUS dijo...

Estremecedor.

Según leía me parecía que no podía haber más dolor, y sin embargo pensaba que éste era lógico, correspondía al acto que estabas narrando. Sin embargo, el giro del último párrafo que no describe ninguna acción truculenta sino más bien que remite a un recuerdo cotidiano, o quizás a una esperanza, me parece más brutal y salvaje aún. Me encantó.

Abrazos.

Pd: La prosa es exquisita.

Gemma dijo...

Muy turbador, Araceli. El final, tal como te comenta Agus, me ha parecido más corrosivo si cabe. Un beso

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Un relato de gran intensidad emocional, en el que el péndulo narrativo nos lleva de la acción sugerida a la acción explicitada con una prosa trabajada y lucida.

El cierre, tal como ya se ha dicho, es perfecto por lo que tiene de evocador de las angustias, del terror vivido por la protagonista.

Me parece brillante, Araceli. Te felicito.

Elysa dijo...

Es inquietante pensar como de perturbada tiene que estar la narradora para tener esa necesidad de desenterrar el cadaver de su verdugo y a la vez seguir sintiendo temor.

Me ha gustado mucho

Besitos

Patito dijo...

Locura, sin duda, a la que puede arrastrar lo que se supone debía amarte.
Aunque suene irreal, fantasiosos, o el principio de una película de terror. Yo lo veo muy factible, muy real, algo que posiblemente suceda sin más.

Miguel Baquero dijo...

Eso es... podría decirse... pasión o sujeción más allá de la muerte

Isabel dijo...

Muy bien sugerida la tremenda dependencia infernal en esa vuelca de tuerca del final.

Abrazos.

Odys 2.0 dijo...

Fantástica historia de crimen y castigo, de amores enfermizos, de violencias que no nos abandonan porque se han hecho fuertes dentro... Mientras los huesos se pudren, las voces siguen como alfileres siguen visitando nuestro teléfono.

NáN dijo...

No sé bien si esto es narración o un poema denso de emoción.

Lo que sí me parece es una inquietante visión de la locura.

Juan Yanes dijo...

Es uno de los cuentos más increíbles que he leído, Araceli. Algo que tiene que ver con la locuro, como dice NaN... Debe ser una experiencia terrible enamorarse de tu verdugo.

Javier Ximens dijo...

Mirada sicalíptica, por dios, que ignorante soy. Mucha literatura en tan poco espacio. Me quedo con "dolor plúmbeo que aumenta el peso del aire". El final "si hoy llama", ¿quién?, el muerto. O es que ha enterrado un miedo y el verdugo anda aún suelto, o por el contrario el miedo aún perdura. En fin, abierto. Me ha gustado mucho tu prosa.

Alejo Z. dijo...

El ácido de ciertos recuerdos conspira para envenenar la tierra del jardín mental. Perfecto Araceli.
Un abrazo,
Alejo

Esteban Dublín dijo...

Ese final, Araceli... ¡Me dejaste con los pelos de punta!

Sara dijo...

Tristemente precioso.

Rocío Romero dijo...

Uff, Araceli, me ha encantado desde el título hasta el giro final, que no es tan sorprendente una vez que lo asimilas.
La costumbre del miedo tarda en desaparecer, posiblemente más que el cuerpo enterrado.
Además, tiene un toque de lirismo muy acorde al estado de ánimo inquieto y preocupado de la narradora. Bravo, guapa, un beso