sábado, 24 de septiembre de 2011

HIPOCONDRÍA


Un calambre me avisó de la inevitable presencia de un principio de úlcera. La urticaria empezaba a extenderse incontenible por brazos y piernas, al tiempo que una severa broncoconstricción disminuía el flujo de entrada de aire a mis pulmones hasta provocarme un ataque de asma. Zumbaban mis oídos como si un enjambre de abejas hubiera anidado en ellos. La nausea también llegó puntual precediendo a las arcadas. Me arrastré hasta el baño. Vomité la aspirina que acababa de tomar y al instante me sentí libre de todos aquellos terribles efectos adversos con los que el prospecto amenazaba. Me sentí feliz y aliviada de recuperar mi seguro y tranquilizador dolor de cabeza.

lunes, 12 de septiembre de 2011

EN EQUILIBRIO

Se peinaba con la raya en medio. Dormía la mitad exacta de la noche de un lado y la otra mitad del contrario. Un reloj abrazaba cada muñeca. Cuando estaba sentado, calculaba los minutos de cada postura para buscar la simetría en el roce, en la tensión, en el descanso. Si se encontraba con varias personas a la vez, simultaneaba ambas manos para saludar. Su obsesión por el equilibrio era tal que cuando tras una caída se rompió la muñeca y le enyesaron el brazo izquierdo, el mismo día se autolesionó el derecho. No podía imaginar peor condición que la del desequilibrio. Por eso aprendió a escribir y a masturbarse con la izquierda y a cortar la carne con ambas manos. Vivió la simétrica cifra de sesenta y seis años. A esa edad murió en un sanatorio mental para desequilibrados.

domingo, 4 de septiembre de 2011

NUESTRA CASA


Es una casa sin ventanas, sin sillas, sin mesas. Ni un fregadero que recoja el agua de un grifo inexistente. No hay camas que convoquen al descanso, ni paredes que detengan vientos inoportunos. Tampoco existe un tejado que detenga la lluvia. No hay aire, ni cajones, ni espejos. Solo persiste mi empeño en seguir llamándole casa.