Gabriel fue perdiendo la memoria. Sólo conseguía
recordar las cosas, desde las más triviales a las que demandaban recorridos
profundos hasta el fondo oscuro de su memoria, en la esquina entre la calle
Hostal Santanyí y el Paseo de Vizcaya. Más de una noche, a las horas
más imposibles, había tenido que cruzar la ciudad para
recuperar una fecha perdida o recordar el nombre de una antigua novia. Incluso había pensado en
buscar un piso por la zona, pero los altos precios del casco antiguo lo
obligaron a desestimar la que sin duda hubiera sido la mejor opción.
Ahora anda perdido. Desde que se inició la
reforma del centro histórico y demolieron varias manzanas de casas, Gabriel
camina sin rumbo, desorientado, cada vez más alejado de sí mismo. Busca inútilmente
el único lugar en el que su memoria tenía cobertura.