martes, 18 de mayo de 2010

DELICADA OPERACIÓN

D

El doctor entra en la habitación, saca una foto del bolsillo superior de su bata y me la acerca. Me fijo en la imagen de una mujer hermosa de cara redonda. Una espesa cabellera negra se desborda en rizos indisciplinados sobre su frente. Aparenta lo que parecen unos muy bien disimulados cuarenta años.
¿Quién es? pregunto.
Ahora no se preocupe por nada y descanse, dice el doctor antes de retirar la foto de mis manos. Lo importante es que la operación ha sido todo un éxito. La cicatriz apenas se notará cuando vuelva a crecerle el cabello. Además sólo lleva cinco puntos de sutura. Puedo asegurarle que hemos conseguido un 89% de precisión en el borrado selectivo. Es altamente improbable que el recuerdo nocivo vuelva a aparecer.

martes, 11 de mayo de 2010

DESPROPÓSITOS


(Dedicado a Gemma Pellicer, que ayer me dio la idea )

Cada vez que mando a mi reflejo a hacer la compra, llega cargado de chucherías, carísimas frutas exóticas con nombres de enfermedades de pájaro, o complicadas estanterías de IKEA.
En el trabajo no hace mejor papel: se entretiene reflejándose en cada escaparate que encuentra, se zambulle en todas las fuentes, y los paquetes, claro, nunca llegan a la hora a su destino. Por no hablar de las reuniones familiares a las que se ha presentado en mi nombre y que han sido un auténtico disparate: encerrado en el baño,ni mi suplicante madre consigue que salga del espejo.
Esto no puede seguir así. Ha colmado mi paciencia. Como ya no puedo confiar en él, he decidido que la que vaya al dentista mañana, sea mi sombra.

domingo, 2 de mayo de 2010

EL ESCRITOR

- A mí me da igual, yo lo que quiero es publicar.
- En ese caso sírvase a firmar en el recuadro.
El escritor en ciernes abandona las dependencias con una copia del documento debajo del brazo. Atrás quedan los envíos masivos del manuscrito de su libro, por correo ordinario y electrónico, el silencio ensordecedor de las respuestas y su deambular errático por bares frecuentados por supuestos literatos con contactos.
Su libro sería publicado en breve. Y sí, ya podría decir bien alto y claro que él era un escritor.
Además el acuerdo no era tan malo, incluso había podido elegir el diseño de la portada: una foto en blanco y negro de un callejón con gato.
Los compañeros de la oficina podían empezar a tragarse sus burlas. Ahora tendrían que dejar de llamarle "El Libritos" con esa sonrisa socarrona tan cargada de maldad. Porque él, y que se enteren todos, es un escritor. Ya sin alma, pero escritor.