miércoles, 24 de diciembre de 2008

EXTRAÑA TRAVESÍA


Se lo toma con calma. Es terca y nada la detiene. Carga un voluminoso fardo de comida y regresa a su hogar con pasitos cortos y rápidos. Pero el camino le parece mucho más largo ahora que a la ida. No recuerda haber subido la suave colina que culmina en un sorprendente pico escarpado, ni el pequeño foso abierto en la extensa llanura. Le asombran el bosque claro y las laderas húmedas a las que nunca se acercan los rayos del sol. Orilla con tiento y paciencia el profundo precipicio que se abre entre dos montañas. ¡Qué extraña travesía! piensa la hormiga. No sabe que regresando a su hormiguero, justo a medio camino y por sorpresa, se le ha atravesado el cuerpo de una mujer desnuda.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

NÁUFRAGO CON SUERTE

A pesar de que nunca le he visto, supe de su existencia dos semanas después del naufragio, al descubrir unas huellas recientes. A partir de ese momento empecé a poder dormir.Y aunque no me atrevo a salir a buscarle porque el aislamiento me ha vuelto miedoso, me gusta saber que no estoy solo en la isla, que en algún lugar, seguramente no muy lejos de mi cabaña, él también mira la luna cada noche. Al fin y al cabo he tenido suerte, pienso. No estoy solo. Si él puede resistir hasta que alguien venga a rescatarnos, yo también podré. Y como necesitamos saber el uno del otro, cada mañana él recoge los dos cocos que le dejo como señuelo sobre una roca y por la tarde yo recojo en el mismo sitio, los dos cocos que me deja él.

sábado, 13 de diciembre de 2008

INQUIETUD

- Yo no soy tonto.
- Sí, sí lo eres. Habla bajito. Te pueden oir.
- Tengo miedo.
- Estamos aquí por tu culpa, así que cállate.
Cesan los ruidos de picos y palas. Se oyen tres voces, dos hombres y una mujer. No se entiende lo que dicen. Después, se escuchan pasos sobre la gravilla. Se alejan.
- ¿Tú crees que volverán?
- No se sabe. Con ellos nunca se sabe.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

ERA DE ESPERAR

El mecánico miró las bujías y revisó el motor de arranque. Cambió la correa de transmisión y comprobó la batería. Todo funcionaba a la perfección. Pero el coche no arrancaba. Después de repasar cuanto manual encontró y de realizar los tests pertinentes, descubrió por fin el motivo. Era un problema de voluntad, de falta de motivación. El coche había perdido la ilusión por rodar y hacer kilómetros. Probamos con algún incentivo, llantas nuevas y altavoces traseros, pero no hubo forma, nada le hizo cambiar de opinión. En el fondo me alegré por él. Siempre supe que mi coche tenía principios.

martes, 9 de diciembre de 2008

17 AÑOS (o la herida que no cierra)

El espejo me devuelve dos granos más en mi rostro adolescente, violado, roto por decenas de espinillas en distinto grado de evolución. La furia de mis lágrimas resbala sobre suaves colinas duras y dolorosas, de color sandía. Anoche extraje lava blanca de nevados volcanes, sabiendo y sin que me importara, que los profundos cráteres abiertos con violencia, envejecerían conmigo como llaga que nunca cierra. Otras cumbres cuajadas de pus esperan ahora la llegada de mis uñas y mi rabia, perfecta pareja para perpetrar la próxima masacre.
Después del ritual sangriento salgo a la calle y de ahí al instituto.
Hoy sí estoy decidido. Seco el sudor de mis manos en las roturas de mis vaqueros y me acerco al pupitre de Lucía, a su pelo suave, a su piel tan lisa que no es real, que es como dibujada. La invitaré al cine. Me acerco sigiloso por detrás y me llega su olor a jabón y a chocolate. Inclino mi cabeza y una brisa cómplice mueve su cabello de ángel dorado, lo acerca a mis labios. Se da la vuelta, y al verme, su cara refleja una mezcla de mofa y asco que no se preocupa por ocultar o reprimir. No puedo respirar. Caigo al vacío, al fondo sin fondo de la oscuridad total.Todo ocurre en cámara lenta y al mismo tiempo a velocidad vertiginosa.Y al final llega el blanco perfecto de la nada, el silencio completo y redondo donde ya no hay dolor. Se acabó, ya no soy, no existo.
Pero algo me succiona y me viene una arcada envuelta en un calor aséptico, como de microondas. Suenan ruiditos metálicos a lo lejos, pero no sé si los oigo o los sueño. Me cuesta abrir los ojos y cuando lo hago percibo una luz fría de hospital. Estoy tumbado en una cama y apenas puedo moverme. Alguien me da la mano. Hay algo más que alivio en la mirada de mi esposa cuando me dice: "Ay Antonio, pero qué susto nos has dado".

viernes, 5 de diciembre de 2008

LA CARTA


Éste es, viajero, el relato que escribí hace un tiempo y que me recordó el tuyo del otro día. Lo encontré al fin y lo podé bastante ( asumiendo el riesgo que tiene la poda excesiva) para adecuarlo al blog.


-No hace falta que te arregles tanto- dice María dándole otro mordisco a la media luna de hojaldre.
Sentada sobre la cama, en el hueco de la palma de la mano izquierda va recogiendo las migas que caen en finas láminas de distintos tamaños. Mientras, Conchita se acomoda el vestido delante del espejo del armario.
-Hay que dar buena impresión, mujer, después de lo bien que se han portado con nosotras. ¡Y tú dudando siempre de aquel hombre tan simpático! ¿tienes la carta?
-Pues claro que sí, mujer, la tengo en el bolso desde el día que llegó. Y deja ya de mirarte al espejo, que te vas a gastar.
Mientras Conchita termina de atusarse el pelo, María mira la baldosa sobre la que se apoya una pata del armario de tres cuerpos. En la forma caprichosa de la mancha, la cara del viejo barbudo que siempre ha visto, parece mostrar ahora un rasgo distinto, tal vez una media sonrisa.
A fin salen de casa y en pocos minutos entran en la sucursal 239 de la Bancamed. Las recibe un hombre grueso que lleva una camisa a rayas tensada al máximo sobre una barriga globo. El hombre las recibe sonriendo y las acompaña a su despacho.
- Buenos días, señoras. ¡Cuánto tiempo sin verlas por aquí!. ¡ Pero qué guapas están! ¡Cada día más jóvenes! ¿va todo bien?
Habla como si realmente le importara la salud de las hermanas, con el tono de voz de un pariente preocupado.
- Buenos días- dice Conchita- estamos bien, gracias. Venimos por la carta. Realmente nos va a venir muy bien ahora que mi hermana y yo volvemos al pueblo.
Le tiende el sobre que saca del bolso y el director saca con cuidado un folleto de su interior. “En Bancamed pensamos en usted” resalta en letras negras sobre un fondo color azul turquesa, el mismo azul de la tapicería de las sillas, de los paneles que separan las mesas y de los bolígrafos. Se ve la foto de la cara de un hombre que sostiene en su mano unos billetes de quinientos euros con los que se tapa medio rostro. Sonríe feliz mostrando una hilera de dientes blanquísimos. La frase “Tenemos 6.000 euros para usted” está impresa en letras grandes sobre la imagen.
-Ah, ¿desean pedir un préstamo? –les dice imitando con su sonrisa al hombre del folleto.
No, no, muchas gracias. Con los 6.000 euros que tienen para nosotras tenemos bastante, contestó Conchita. Estamos muy agradecidas. Ahora podremos arreglar la casa del pueblo y poner camas nuevas. No lo creerá, pero aún dormimos en las mismas de cuando éramos niñas.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Mi amor:


Lo nuestro no ha terminado, aún me quedan flechas en el carcaj.

lunes, 1 de diciembre de 2008

EL VIAJE (la foto es de hoy mismo, el cielo amaneció con nubes inquietas)


Llegué agotada tras el viaje y llamé a las puertas de mis amigos. Vete, estás muerta, me dijo Javier. Encontré a Raúl leyendo y ni me miró, pensó que soñaba que leía. A Lidia, mi visita le provocó un sarpullido de recuerdos que fue incapaz de aguantar, se retiró a llorar en la soledad de su cuarto. Cuando visité a mis hermanos, pensaron que venía a cobrarles una deuda, a resolver un problema de herencia y ambos me cerraron la puerta. Mi marido creyó al verme, que la locura se había instalado al fin, liberadora, en el epicentro de su dolor. Nadie quiso recibirme, nadie me dio un abrazo después del largo, del difícil viaje que tuve que hacer desde el más allá, yo que siempre he sido atea.