sábado, 28 de noviembre de 2009

LA VIDA ESTÁ AHÍ AFUERA

Desde que nací vivo en un hospital. No conozco otra casa. Y a parte de mamá, los únicos que me visitan son los médicos y las enfermeras. Nunca me dejan salir. Y eso que yo siempre les digo que me encuentro bien, que no me duele nada. Miro por la ventana y me imagino la vida, lo que sería pisar piedras o tocar un árbol, que me diera un beso alguien que no fuera mamá. Lo peor son los análisis; hoy ya me han pinchado dos veces para extraerme sangre. Los médicos son simpáticos y me tratan bien. Me regalan libros y a veces se quitan la bata blanca para jugar conmigo al ajedrez. Con ello no evitan que muchas tardes las lágrimas empujen con fuerza para salir. Pero como no quiero llorar, finjo tener sueño y cierro los ojos. Los cinco.

martes, 24 de noviembre de 2009

PARANOIA


Las normas de seguridad de los aeropuertos son un síntoma.La enfermedad es la paranoia. Vivimos en una sociedad enferma, agonizante, según se mire. Salir de Londres por avión es constatar que la paranoia puede ser ley. Parece ciencia ficción. Y de la mala.
El equipaje de mano es rastreado milímetro a milímetro con meticulosidad de relojero miope.Todo contenido, no ya líquido sino simplemente cremoso es apartado a un lado. Nos hacen retroceder con los pequeños botes en la mano para meterlos en una bolsa de plástico transparente y volver a hacer cola para pasar de nuevo por el control. Además en Gatwick, los estados de la materia mutan; un desodorante en barra se convierte en líquido.¿Meter esos productos en una bolsa de plástico transparente los hace menos peligrosos? Es delirante. Después, con guantes de ginecólogo, extraen una pequeña muestra del tubo de pomada “Voltaren” para analizarlo. In situ. Como me pitaba el alfiler del moño, me han sometido a un cacheo que pasaba de largo la frontera del acoso sexual. Y dos veces. Las dos que he tenido que pasar por el control.
Ultimamente me cuesta mucho callarme y les he dicho lo que pensaba. Por un momento he creído que acabaría en comisaría.
Las normas son las normas, la ley es la ley, me dicen. La que se saltaron a la torera para invadir Irak. No me callo. Ya no.
Después de que los miembros controladores comieran y regurgitaran nuestros cuerpos y equipajes, hemos podido acceder al avión.
A veces me entran muchas ganas de ser terrorista. Si lo fuera, cogería el tren o el barco. Allí no te miran nada.

viernes, 20 de noviembre de 2009

LA HUIDA



Los faros del coche proyectan sobre la carretera una luz irreal, de sueño inquietante. La linea discontínua es un pespunte infinito que el coche parece coser en su rodar constante y monótono. Se diría que se trata del mismo tramo de carretera recorrido una y otra vez. El hombre que está sentado al volante parpadea nervioso. De algún modo extraño se siente parte de la máquina que rueda incansable en esta noche lúgubre, de oscuridad acechante. Acciona el limpia-parabrisas y en el vaho del interior del cristal abre una pequeña ventana transparente con el dorso de su puño cerrado. Huir se ha vuelto el único verbo posible. Huir de la resignación, del tedio. Lleva horas en la carretera hipnotizado por las puntadas blancas que le alejan de una realidad que le estrangula.
Sólo piensa en seguir adelante, sin más compañía que el suave ronroneo del coche que avanza, a velocidad estable, por el corredor iluminado.
Se aclara el horizonte y la noche abandona lentamente su provisional lecho. El coche se adentra en la ciudad mientras la primera luz del día empieza a lamer las aceras. El hombre aparca el coche frente al portal de su casa. Antes de abrir la puerta, exhala un suspiro de cansancio. Resulta agotador pasar todas las noches huyendo del hombre que es durante el día.