sábado, 30 de mayo de 2009

CONFESION

No te amo. Ya está, ya lo he dicho. Tantos meses pensando en la forma de soltarlo y al final no ha sido tan difícil. Ya no te amo. Además sé el momento exacto en el que dejé de hacerlo: el día que se te ocurrió vestirte con ese chándal azul y blanco. El chándal, deberías saberlo, es un exterminador del deseo. Y el deseo y el amor, que son primos hermanos, desaparecieron sin hacer ruido cuando el sol tiñó de sangre licuada aquel atardecer en el que volviste a ser sapo.
No imaginas cuánto me aburren tus historias del trabajo. Iván me parece el tipo más pesado del planeta. La retransmisión íntegra de vuestras conversaciones en la oficina me resulta anestesiante. ¿No te has dado cuenta de que mientras hablas no dejo de estrangular bostezos’? Nuestros besos han envejecido, Matías. Es lo que envejece más rápido. Y un beso viejo ya no es beso.

Te quiero, eso sí, como a un primo cercano, un hermano de la vida. Pero el amor, Matías, eso ya es otra cosa. Las primeras veces que me hablaste de las tardes de niño en el hipódromo con tu padre, te imaginaba tan bien con tus pantalones cortos y las rodillas tatuadas de tierra. Entonces la felicidad era la promesa de algo que palpitaba en las puntas de los dedos. El niño que fuiste, el que sobrevivía en ti, se abría camino y explotaba en mi nariz burbujas de ternura.
Ahora todo son relecturas de un libro manoseado, el mismo libro una y otra vez. Ya ni siquiera discutimos. Nos hemos acartonado en la costumbre y nos aburrimos. Sólo nos acompañamos en el aburrimiento, nada más. Y no hay peor tristeza que esa, Matías. Yo así, con esa pena que me subió como un mareo y ya no se me bajó más, no quiero vivir. Ya está, ya lo sabes. Ahora me siento mucho mejor.
Bueno, voy a ir borrando el texto, que un día de estos me pillarás con los dedos sobre el teclado y a ver qué te explico. Además se hace tarde y aún tengo que prepararte ese arroz con leche que tanto te gusta, cariño.

lunes, 18 de mayo de 2009

OMBLIGUEANDO (también)

Me he contagiado del ombligueo de Bárbara y también he buceado en el baúl de los recuerdos. Tenía 22 años. En Menorca. Le tengo especial cariño a esta foto. Aviso a navegantes: el ombligueo se pega más que los piojos.

Arrancarse los ojos
antes de mirar al recuerdo,
primitivo y preciso, revelador.
El cuello insumiso gira,
pese a la consigna.

He mirado lo que fui.
Soy la mujer de Lot
y quiero mi corazón de sal.
Me lo he ganado.

Descubro el velo de la memoria oscura, vacilante.
Brotan cadáveres de besos, retinas pulverizadas.
Confesiones en un bar con nombre de isla.

Como la loca Penélope,
he tejido y destejido con fruición,
con lanas mías y ajenas.
Y en el armario cerrado,
sólo hay prendas deshilachadas.

Nada de lo que soy ahora,

cabe en el hueco que dejó
aquel cuerpo terso en la arena.

Desnuda y con mi traje de sal,
me lanzo al mar de la nostalgia.
Me disuelvo completamente.
Detrás de mí se cierra el agujero
cavado inutilmente en el agua.

La memoria queda sellada
bajo una losa de lava fría,

rotunda.

Vuelvo la vista al frente,
y retomo el abanico.

sábado, 9 de mayo de 2009

FELIZ PRIMER CUMPLEAÑOS

Sopla con fuerza, pero la llama de la velita de la tarta ni se mueve. Lo hace con el labio inferior hacia afuera y el bufido sale en dirección al techo. Sólo consigue soplarse el flequillo. Vamos David, sopla la velita, dice mamá. Sopla, dice papá. Todos quieren que sople y están muy contentos. Él no, está asustado. Quiere irse o llorar, mejor las dos cosas. Pero sopla y se mueve el flequillo, se despega gracioso de la frente y le queda como una visera. Todos se ríen. Vamos mi amor, si esta mañana lo has hecho muy bien, sopla cariño, sopla. Él mira la velita y vuelve a soplar, pero la vela no se apaga, se mueve muy levemente, empujada por el carraspeo de un papá nervioso. Todos le están mirando, clavan sus ojos en él. Sopla mi amor, sopla. David cierra los ojos, llena de aire sus pequeños pulmones y esta vez sí sopla fuerte, muy fuerte, tanto, que apaga la fiesta

sábado, 2 de mayo de 2009

ENTRE OTRAS COSAS


El mono imbécil,
amparado por su delirio,
cose entre campos de colores,
gruesas cicatrices de alquitrán
para llegar cuatro minutos antes.

Parcela enfebrecido,
cuadricula sin descanso,
las fértiles tierras ancianas,
regadas por tantas lluvias.

El mono erecto olvida infeliz,
que el eco lo devuelve todo.

La verdad es antigua y sencilla:
el mal proferido a la tierra,
sangrará en tus hijos.

Nos queda un tiempo inventado,
no leído en las estrellas,
espeso y fúnebre.

Y plástico hierro y cemento,
en el lugar donde antes bailaban
su inconsciencia amarilla
las mariposas.