
Éste es, viajero, el relato que escribí hace un tiempo y que me recordó el tuyo del otro día. Lo encontré al fin y lo podé bastante ( asumiendo el riesgo que tiene la poda excesiva) para adecuarlo al blog.
-No hace falta que te arregles tanto- dice María dándole otro mordisco a la media luna de hojaldre.
Sentada sobre la cama, en el hueco de la palma de la mano izquierda va recogiendo las migas que caen en finas láminas de distintos tamaños. Mientras, Conchita se acomoda el vestido delante del espejo del armario.
-Hay que dar buena impresión, mujer, después de lo bien que se han portado con nosotras. ¡Y tú dudando siempre de aquel hombre tan simpático! ¿tienes la carta?
-Pues claro que sí, mujer, la tengo en el bolso desde el día que llegó. Y deja ya de mirarte al espejo, que te vas a gastar.
Mientras Conchita termina de atusarse el pelo, María mira la baldosa sobre la que se apoya una pata del armario de tres cuerpos. En la forma caprichosa de la mancha, la cara del viejo barbudo que siempre ha visto, parece mostrar ahora un rasgo distinto, tal vez una media sonrisa.
A fin salen de casa y en pocos minutos entran en la sucursal 239 de la Bancamed. Las recibe un hombre grueso que lleva una camisa a rayas tensada al máximo sobre una barriga globo. El hombre las recibe sonriendo y las acompaña a su despacho.
- Buenos días, señoras. ¡Cuánto tiempo sin verlas por aquí!. ¡ Pero qué guapas están! ¡Cada día más jóvenes! ¿va todo bien?
Habla como si realmente le importara la salud de las hermanas, con el tono de voz de un pariente preocupado.
- Buenos días- dice Conchita- estamos bien, gracias. Venimos por la carta. Realmente nos va a venir muy bien ahora que mi hermana y yo volvemos al pueblo.
Le tiende el sobre que saca del bolso y el director saca con cuidado un folleto de su interior. “En Bancamed pensamos en usted” resalta en letras negras sobre un fondo color azul turquesa, el mismo azul de la tapicería de las sillas, de los paneles que separan las mesas y de los bolígrafos. Se ve la foto de la cara de un hombre que sostiene en su mano unos billetes de quinientos euros con los que se tapa medio rostro. Sonríe feliz mostrando una hilera de dientes blanquísimos. La frase “Tenemos 6.000 euros para usted” está impresa en letras grandes sobre la imagen.
-Ah, ¿desean pedir un préstamo? –les dice imitando con su sonrisa al hombre del folleto.
No, no, muchas gracias. Con los 6.000 euros que tienen para nosotras tenemos bastante, contestó Conchita. Estamos muy agradecidas. Ahora podremos arreglar la casa del pueblo y poner camas nuevas. No lo creerá, pero aún dormimos en las mismas de cuando éramos niñas.