domingo, 21 de agosto de 2011

SUSPENDIDO POR LOS PELOS

Un pelo endemoniado crecía desafiante en mi barbilla. Advertí que había alcanzado los dos milímetros mientras intentaba convencer a un jurado de que era apta para la única plaza de catedrática de Historia Contemporánea convocada para ese año. Durante varios meses preparé a conciencia mi disertación sobre los peligros de la introducción de la escritura en pueblos indígenas de cultura ágrafa. Al tocar la punta del pelo tieso supe que ya no había nada que hacer. El resto de la exposición fue subrayado por las muecas de mi cara al acompañar los vanos esfuerzos por arrancar el pelo haciendo pinza entre las uñas de los dedos corazón y el pulgar. Era un pelo grueso y escurridizo, de raíz profunda, plantado con la mayor descortesía en medio de mi barbilla. Y desde su aparente insignificancia pedía mi total atención. La obtuvo. Corté en seco mi ineficaz discurso y tras varios intentos conseguí mi propósito. Con el pelo por fin atrapado entre las uñas sonreí al público. Me detuve a observar con detenimiento su gruesa raíz, con enorme, orgánico placer. Lo sacudí con una pequeña fricción de los dedos, recogí los papeles que había apilado sobre la mesa y, con paso firme y decidido, bajé los dos escalones del estrado.

11 comentarios:

Rosa dijo...

Te notas un pelo y los dedos en un acto inconsciente e irrefrenable, le atusan, le acarician y sin unas pinzas a mano no dejan en su empeño de arrancarlo...
Muy buena. Te dejo que me estoy notando un pelillo...

Besos desde el aire

Elysa dijo...

En este caso el título por lo que veo es literal. Pero que bien lo has descrito, ¡un pelo! tan insignificante y en este caso catastrófico. Muy bueno.

Besitos

Susana Camps dijo...

Coincido con Elysa en el valor de lo insignificante y catastrófico, el relato es una curiosa metáfora de lo que ocurre en la vida misma. Somos obsesivos. Abrazos.

manuespada dijo...

Las pequeñas cosas a veces nos obsesionan mucho más que las grandes cosas, y esos pelillos suelen ser de lo más rayante. Besos.

mariajesusparadela dijo...

Llegada la menopausia, andamos locas de la vida a la caza del pelo. ¿qué cosas!
Precioso relato.

Pablo Gonz dijo...

Las cosas importantes siempre se imponen. Esta es la lección del micro según mi lectura.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ

Isabel dijo...

Un pelo rebelde o que el cateado no era velludo y, claro, debió ser un problema.
Lo que puede un pelo, y qué bien lo has contado.

Un abrazo.

Olga Bernad dijo...

Cómo es posible. Pero sí. Y creo, que en este caso, la ficción es la punta de un iceberg fantasma: esas cosas que aparecen cuando menos te lo esperas y secuestran nuestra atención cuando menos falta hace.
Muy bueno!

NáN dijo...

La minucia ocupa más tiempo de nuestra vida del que pensamos (imposibilitando proyectos organizados).

¡Lo has contado tan bien!

Solo falta que el suceso se produjera en una facultad frente al mar y, terminado el disfrute de la contemplación del pelo, lo arrojara al puerto diciendo "pelillos a la mar".

Raúl dijo...

(Me parto)

Elisa dijo...

Yo también me parto, como Raúl, dejo para otros el análisis. Y me encanta partirme :).