A los pocos días las gafas protectoras y las mascarillas eran imprescindibles incluso dentro de la cama.
El volcán, lejos de detener su vómito de humo, contagió a los cráteres vecinos, hasta ahora resecos y dormidos. Parecía como si alguien hubiera descorchado descomunales botellas de champán, después de agitarlas en el núcleo de la Tierra.
La actividad en el mundo desarrollado pasó de un ritmo frenético y estridente al único posible, torpe y silencioso. Y la lentitud se volvió necesidad.
Las partículas del volcán inutilizaron todo artilugio tecnológico. Y sí, algunos nos acostumbramos a respirar metales, a que el feldespato se convirtiera en involuntario aderezo de todos los platos, en invitado de piedra de todas las reuniones. Y el frío y la oscuridad impusieron su dictadura gélida.
En pocos meses el panorama se tornó espeluznante. A duras penas se conseguía comida en las tiendas improvisadas que se organizaron en algunos barrios, a los que entre tinieblas llegaban contados víveres a lomos de burros o de caballos. La gruesa capa de ceniza había tendido un manto, como de nieve gris y blanda trufado de vidrio volcánico.
En cuanto a mí, el azar confabulado con la crueldad me ha convertido en una superviviente. Inexplicablemente adaptada a los cambios y mutaciones, aún respiro.
Sorda y ciega, deambulo anestesiada. Busco un lugar en el que abandonarme a esperar el beso de la muerte liberadora. En el vacío de esta lúgubre noche eterna.
19 comentarios:
Dios qué escalofrío!
Durante estos días de caos aéreo he pensado muchas veces qué ocurriría si el volcán continuase lanzando ceniza mucho más tiempo y despertase a los otros.....
Toquemos madera.
Un saludo.
Cuando leí La carretera de Cormac McCarthy, interpreté las causas de aquella "puesta en escena" de supervivencia en algo parecido a lo que tu escribes. Algo natural, como este caso de dentro a fuera, que nos pone en nuestro sitio de animalillos indefensos. Todo se pone "patas arriba" cuando el agua, el fuego, un volcán con su hermoso penacho se mezcla en nuestros rectos y avanzados caminos.Un saludo
¡Somos tan poca cosa!. Muchas veces fantaseo sobre el comportamiento de las gentes en el día final. Cómo se comportarán los magnates y los seres insignificantes; y si a pesar de todo quedará tiempo para una carcajada ante el ridículo espectáculo de los hombres-dioses.
Saludos, Araceli, desde el Norte de Extremadura.
Es cierto. Ha tenido algo de fin de los tiempos el estallido de este último volcán.
Me gusta mucho cómo lo reelaboraste.
Un abrazo, Araceli
Estremece leer tu rato, sobre todo porque podría pasar en cualquier momento. Realmente, estamos dando vueltas en el espacio sobre un globo que cruje, tiembla, y de vez en cuando explota por algún lado.
El humo era tan denso que se confundia la flor del opio con la amapola ,que era amapola pero se transformó al dia siguiente,aprovechando la poca visibilidad en flor de opio que es lo que es ahora.
petonet
¡Tremendo! No sólo por lo bien que lo narras, sino porque puede ocurrir, ¿o no?
Confiemos en que no se salga del libreto.
Un abrazo.
A mí también me ha recordado a "La carretera". Muy apocalíptico.
Solo con que cualquier montaña eructe basta para que se nos venga todo encima.
Las de historias que me he imaginado pensando en que tenía que volar esos días y que la ceniza me atrapara. Al final, por suerte, fui y volví sin problemas.
Muy bueno y escalofriante.
Besos
Cuando se describió lo que sería el Invierno Nuclear, no se estaba pensando en el infierno del núcleo de la tierra.
Has pasado tan suavemente de una noticia real a una extrapolación de ficción (por el momento) que nada ha "crujido" hasta la última frase, ni siquiera esta.
Mis felicitaciones a la escritora, mi más fuerte váyanse a la mierda a los que por codicia jalean un Sistema desquiciado que nos puede llevar a una situación así incluso sin necesidad de la colaboración altruista de los volcanes, actuando en plan cameo en un guión cuyos personajes principales son otros.
Triste este apocalíptico relato,
Araceli. Es como todos los films
que nos adelantan el final, pero
lo peor es que es imposible salirse del libreto...
Un abrazo
BB
Me ha hecho acordarme de cuando, a mediados de la decada de los ochenta, mis amigos y yo teniamos miedo de que estallara una guerra nuclear. Qué grandes nos creemos, y qué insignificantes somos... No me extranaria que alguien, en algun lugar del universo, nos observara y se descojonara de risa.
RAY, todos los acontecimientos tienen varios finales posibles.El que yo imaginé sólo es uno de ellos.
MANUEL IGLESIAS
Un volcán nos ha puesto en jaque. Somos,desde luego, de lo más vulnerables.
JAHT, si hay un último día, nos pillará con lo puesto y sin máscaras. Pero sí que estaría bien que quedara para ese último minuto algo de sentido del humor.
GEMMA, lo del volcán tenía mucho de apocalíptico.
MIGUEL, pues sí, caminamos en la cuerda floja.
SAVI, el humo lo confnde todo.
SINUOSA, esperemos que no salga, desde luego.
MANUESPADA, no he leído "La carretera" pero tendré que hacerlo.
Gracias ISABEL, lo bueno de estos acontecimientos es que disparan nuestra imaginación.
Cuánta razón te asiste, querido NáN.
¿Llegará ese día, BB? Y si llega ¿cómo nos pillará?
ANTONIO DE CASTRO, a mí ese miedo todavía me asalta de vez en cuando. Ser tan vulnerables tiene algo cómico.
Es que hemos pasado de habitar cuevas , parir miles de hijos que no llegaban a adultos y ser devorados por fieras en cualquier momento a vivir en ciudades con alcantarillado y ambientadores de esencias zen en el salón comedor, cebados por cultura variada que nos hace creer que somos delicados y que valemos la pena .
Y qué quieres que te diga , para la naturaleza somos una puta mierda .
....
Me ha gustado tu relato , como de costumbre.
Besos.
Muy bien dicho, Reyes, claro que sí.
Qué esperanza, la palmera que busca donde reflejarse para multiplicarse.
Pensar que esos volcanes nos muestran las fuerzas primitivas que moldearon la geografía de nuestro mundo y que la siguen cambiando frente a nuestros ojos aunque no nos demos cuenta.
Un abrazo.
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