viernes, 12 de septiembre de 2008

LA BUENA SUERTE

Alfredo nació hermoso y rollizo. Tuvo una infancia feliz. Aprendió a leer sin esfuerzo. Las raices cuadradas y los logaritmos entraban y salían de su cabeza con suavidad y precisión. Sus padres le adoraban y le educaron con apacible rectitud. Conquistó a la más guapa del instituto, de la que todos sin excepción estábamos enamorados. En 1979 heredó una fortuna de su abuelo y pudo dedicarse en exclusiva a su mayor afición: la escritura . Sus libros no tardaron en llenar los primeros estantes de las librerías y en ser traducidos a sesenta y cuatro idiomas. Tuvo dos hijos, que no lloraron por las noches y que en la más tierna infancia ganaron sendos premios de poesía . Los críos mostraron extraordinarias aptitudes para el piano y a los seis años dieron su primer concierto en el Gran Teatro del Liceo. En 1987 ganó el gordo de la lotería. Al año siguiente, le otorgaron el Nobel de Literatura. El pobre Alfredo se suicidó de un disparo certero antes de llegar a los cuarenta. Nunca conseguió que la puñetera suerte lo abandonara.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajqajjaja
unos tanto y otros tan poco....
qué chulo.
Me ha gustado mucho.
Besos.

Miguel Baquero dijo...

Muy bueno, sí señora, enhorabuena. Me ha gustado mucho el detalle del "disparo certero". Como diría uno de sus hijos poetas:
Hasta en eso tuvo suerte /este tío tan repelente

Raquel Graciela Fernández dijo...

Llego hasta aquí desde el blog de Reyes. Me encantó tu espacio.
Buen texto, finamente irónico.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

No funciona. Sorry.

Gemma dijo...

Aterrizo por aquí de nuevo y me encuentro con un relato tan certero como divertido, jaja. Me ha gustado ese giro de 180º.

Saludos