domingo, 9 de octubre de 2011

EL REENCUENTRO


Rodrigo dio señales de vida 27 años después de aquella mañana de enero en la que se despidió de mí como hacía cada día antes de ir a su despacho. Lo esperé aquella tarde y también la siguiente. La tercera noche empezó a dibujarse en mí, cada vez más definida, la fuerte presencia de su ausencia.
Una escueta carta me avisaba de su llegada a Barcelona sin mucho tiempo para indagar en las telarañas de aquel antiguo abandono, sin poder asomarme al profundo agujero encapsulado entre capas y capas de materia sensible.
En el autobús que me llevaba al centro y a su encuentro, el enfado hacia él trasmutaba en autocompasión y orillaba el desprecio, saltaba de pronto a la conmiseración y de ahí a la infinita tristeza.
No le reconocí de tan viejo que estaba, pero él me sonrío enseguida. Se levantó de la mesa del bar para saludarme y observé que cojeaba. Al ver su cara tan cerca, me sorprendí pensando aliviada, que la mía había cambiado menos que la suya.
Y hablamos. Sin atropellos. Y nos escuchamos. Y como si cabalgáramos jaleados por una suave corriente ajena a nosotros, fuimos poniendo piedra sobre piedra hasta edificar sobre el vacío. No hicieron falta explicaciones concretas sobre su desaparición y su silencio. Pero le hablé de todo lo que sentía que me había robado y cuánto de él había buscado incansablemente en otros hombres. Y todo lo que emergía entre nosotros con fuerza sanadora eran variantes de sentimientos que orbitaban alrededor del eje del perdón.
Pasaron las horas y sellamos incontables grietas, muchas de ellas descubiertas en el instante previo a su sellado. Pero en todo el tiempo que estuvimos juntos fui incapaz, y así me lo señaló él con suave resignación, de conseguir volver a llamarle papá.

Dedicado a mi buena amiga Ila, ella ya sabe porqué

19 comentarios:

Rosa dijo...

Hay grietas que no se sellan nunca.
Muy bueno Araceli.

Besos desde el aire

Miguel Baquero dijo...

Excelente, como siempre. La última frase, la última palabra, acaba de redondear una historia de magnífico estilo, como el que deja escurrir la rúbrica, "ahí queda eso".

Patito dijo...

A veces es fácil decir "perdoname" después de haber destruido. El que es bueno, el que no quiere vivir con odios, perdona. Entonces yo no soy buena y no me importa el odiar pues yo no perdono.

Elysa dijo...

Me impresiona lo bien que manejas las palabras para describir estos sentimientos de abandono. Es difícil tapar según que grietas.

Besitos.

Nicolás Jarque dijo...

Los reencuentros con el pasado querido siempre duelen, aunque sanan. Duelen por esa sensación de que se ha perdido el tiempo y sana porque se recupera. Me ha gustado esa simbiosis.
Un saludo.

Puck dijo...

Precioso. Hablar, hablar.. hay cosas que quizás no sellen nunca pero hablando se puede marcar un nuevo comienzo.
Saludillos

Alejo Z. dijo...

Estupendo final, condensa todo el poder del relato en un último giro; suave pero fuerte.
Un abrazo,

Alejo

Isabel dijo...

Me encanta esa progresión "capa a capa o piedra a piedra" y el final, que no es el típico de pareja.

Muy bueno, Araceli, un placer leerte.

Besos.

manuespada dijo...

Me has pillado por completo con la última palabra del texto, una sola palabra de dos sílabas que le da todo el sentido a lo que precede a estas dos palabras. Magistral.

Juglar dijo...

Me enganchó desde el comienzo.
Me parece difícil de conseguir esa charla que "vuelva a edificar" y se acerque al perdón, en tan poco tiempo.
Magnífico final.
Saludos.

Raúl dijo...

Muy bueno.
Cuando te sales de los márgenes de lo fantástico, también lo bordas, Araceli.

Pedro Sánchez Negreira dijo...

Acabo de aterrizar en tu casa y te confesaré que con este micro me has cautivado, Araceli.

Me siento gratamente engañado dado que a lo largo de la lectura yo barajaba otro tipo de amor y me preguntaba por demasiados porqués como para detallarlos ahora. Pero, claro, llego a la última palabra yntodo se responde.

Me quedo por aquí, si no te parece mal.

Un saludo.

Javier Ximens dijo...

Vengo al blog desde La nave de los locos. Dichosa loca. Tu relato nos engaña por lo condicionado que estamos al amor entre parejas. Y efectivamente, narrar muy bien el sentimiento de amor y desengaños de otro tipo de relación, cuya ruptura es seguro más dura. La segunda lectura nos hace pensar aún más.

Olga Bernad dijo...

Me haces pensar que no se trata de nuestras ganas de perdonar o no, sino de que hay cosas imperdonables. O irrecuperables. Es así. Muy bueno.

NáN dijo...

Mardita, esta vez me has engañado bien, hasta el giro final. Me pareción de un estilo narrativo perfecto, y me gustó que me hicieras tropezar.

Humberto Dib dijo...

Una entrada es excelente...
Un cariño.
HD

soylauraO dijo...

Ud supo sacar la magia del sentir que acumuló la protagonista a presión, mientras crecía; Una zanja no puede repararse en la memoria; solo la comunión de buena fe y buena voluntad será capaz de extender y sostener los puentes necesarios...lo demás pasó a la historia
¡¡Buena Construcción!!
http://enfugayremolino.blogspot.com/

Gemma dijo...

El tono con el que empiezas tu micro me ha recordado 100 años de soledad, aunque en este caso sean 27. Muy logrado el misterio que se establece entre ambos persnajes desde el mismo arranque y también todo el desarrollo por el que avanza la intriga del relato.
A mí también me pillaste.
Abrazos

Juan Yanes dijo...

¡Premio por la última línea!