Cuando salía el sol después de varios días de lluvia, la abuela despertaba feliz como una niña. Se calzaba sus botas negras de goma y salía a recorrer las calles sembradas de espejos líquidos. Parada delante de cada charco, juntaba los pies en el borde hasta casi tocar el agua. Tras un pequeño impulso saltaba dentro con los dos pies juntos. A pesar de tratarse de saltos de corto recorrido, sorprendía su agilidad de gacela anciana.Le daba igual mojarse la ropa, que el barro pintara en su falda surcos achocolatados, que los niños se rieran de sus piruetas de vieja loca. Ella seguía su lenta, imparable carrera de obstáculos por los callejones del barrio.
Y ahora que ha desaparecido y todos andan como locos buscándola desde hace días, yo soy la única que estoy tranquila. Sé que lo logró, que en el último salto consiguió por fin pasar al otro lado.
20 comentarios:
Me gustó mucho Araceli, esa viejita loca que al final vemos que tampoco lo estaba tanto, tan sólo sabía algo que los demás ignoramos; no en vano, esto sólo es ficción.
Un abrazo
Las verdaderas Alicias -tú lo sabes- no se rinden jamás.
Encantadora esta abuelita pertitenaz. Un beso
(...pertinaz quise decir... Corregí y parió el compuesto...)
Ojalá esa abuelita me dijera el secreto .
Si es por botas de agua, tengo.
Hay quien a fuerza de empeñarse consigue lo que pretende. ¡Bien por la abuela!
Al motivo del "Otro lado", añades con esta Alicia anciana el del agua como frontera entre lo real y lo imaginario. Me ha gustado esta historia en los límites. Un abrazo.
Cuantos quisieran correr tras ella y pasar al otro lado...
Besos
BB
Exquisitamente onírico.
Te cuento que las fotos que más recuerdo de mi niñez son unas tomadas por mi madre mientras jugaba con mis botas de agua en la lluvia contando no más de siete años, supongo que cuando la vida de su vuelta volveré a jugar con mis botas de agua igual que en mi niñez.
Un abrazo.
A mí también me ha recordado a mi infancia, cuando chapoteaba con las katiuskas en los charcos, quizá de viejo vuelva a hacerlo, como tu personaje.
Un aplauso, a ti por escribirlo y a esa abuela que guarda las pequeñas emociones de la infancia
Pero el otro lado es tan inquietante como tus cuentos, Araceli...
Uno siempre tiene la fantasía de que al otro lado del espejo (o charco) tiene, por fuerza, que existir otra vida. ¿Y por qué no? La que me mira desde él calla, pero el día que empiece a contar...
Un relato precioso, Araceli.
Hermosa narración. Precisamente ahora estoy leyendo a Lewis Carroll. Qué suerte poder atravesar los charcos y los espejos.
Me gustó mucho este relato, Araceli. Nunca había leído nada tuyo así que te linkeo desde mi blog para poder llegar más seguido.
Un abrazo,
PABLO GONZ
En mi opinión, el gran aliciente de esta nueva versión del salto al otro lado del espejo reside en la acción transgresora del personaje, que no se limita a probar suerte sino que se complace en mojarse y ensuciarse como hacía siendo niña. Sólo has tenido que colocar ese espejo en el suelo para ofrecer una lectura lúdica, y quizás más atractiva que la original. Y al envejecer a tu protagonista, has aumentado el placer que proporciona evocar los juegos infantiles.
Te felicito por haber tenido esa abuela persistente (como corrija pongo "persistentete").
¡Y también por el libro que contiene microrrelatos tuyos!
Quiza haya que haber visto y vivido tanto como esa abuela supuestamente chiflada para poder despertarse feliz como una nina, conservar una agilidad de gacela y, finalmente, lograr descubrir lo que hay al otro lado.
Un saludo
JESÚS, como bien has adivinado, de loca nada.
GEMMA, me ha encantado eso de "pertitenaz", es como pertinaz al cuadrado o algo así.
REYES, yo creo que no tengo que contarte nada que tú no sepas.
JAHT, el que resiste gana, que dijo aquel...
ANTONIO SERRANO, es curioso esto de los límites imprecisos, de las fisuras que se abren, que nos llevan al otro lado.
BB, ¡ A que sí!
LUIS, creo que todos tenemos algún recuerdo ligado a las botas de agua. Era siempre emocionante eso de poder pisar charcos.
MANU, pues nada, yo también me apunto a desempolvar katiuskas.
Gracias, MIGUEL, nada como esas abuelas audaces.
OLGA, me resulta muy grato que te parezca inquietante.
SINUOSA, es que si no existe esa otra vida u otra muerte, todo se vuelve demasiado plano.
HERMAN, y tanto, siempre he envidiado a Alicia.
Me alegro de que te guste, PABLO GONZ. Linkea linkea, que es para mí un honor.
PEDRO, es que yo creo que una de las pocas ventajas de envejecer es que de repente es más fácil volver a conectar con el niño o la niña que hemos sido y que aún perdura en nosotros. ¿Qué haríamos sin esa ventaja?
NáN, gracias. Como imaginarás, estoy muy contenta de aparecer en ese libro.
ANTONIO DE CASTRO, yo creo que la certeza absoluta de que existe ese otro lado es lo que hace que la abuela no desista en intentar llegar a él.
Me ha gustado mucho, mucho.
Ah y enhorabuena por Velas al viento
R.A.
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